Maculopatía o elogio de la ceguera
Las visiones no siempre
son sagradas.
Santa Teresa vislumbró
el infierno.
Sentía en el alma un fuego
de tal violencia…
Luego vino el ángel,
pequeño y hermoso:
el dardo de oro
la penetró hasta el éxtasis.
Fue abrasada por
la gracia de Dios.
Yo parpadeé en mi propia
visión humilde: las luces
brillantes y minúsculas
empañaron mis ojos.
Nos deslizamos
en el lento crepúsculo
de la ceguera, incapaces
de esquivar el destino.
Recordé a una niña
que veía crecer ramas larguísimas
desde la punta de sus dedos,
hacia el infinito.
Algunas mujeres
no tenemos
a quién rezarle.
María Magdalena
Continente negro (2018, Alción editora)
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